He llegado a la costa...
Saludos, persona que te cruzas conmigo paseando por El Malekón. Me he mudado aquí, a la costa, a donde vienen quienes quieren dejar atrás un pasado. Conseguirlo o no es ya, simplemente, cuestión de la suerte; pero existe, para mí y para cualquiera, el derecho a dar ese paso.
No soy nuevo en esto. Tuve otro rincón en el ciberespacio. Pero ya no lo tengo. Aunque siga existiendo, ya no lo siento como mío; ni siquiera lo he vuelto a leer. Me lo arrebataron. Me lo arrebaté yo mismo. Lo perdí por mi exceso de ingenuidad y cínica buena intención. Adopté un apodo, pero nunca oculté mi identidad, y terminé convirtiéndolo en escaparate de mi vida, incluyendo algunos pensamientos cuya plasmación fue tan mala idea como torpe fue su redacción e insensato el prestarlos a la libre interpretación. Valgan estas líneas como homenaje a un espacio en el que seguía siendo yo mismo, con cara, nombre y apellido, y a esa anhelada libertad de expresión, que sigue siéndonos negada tantas veces, salvo, acaso, como ensoñación. El Malekón seguirá por la línea que aquella antena de emisión tenía intenciones de continuar. Llamémosla "literaria", "psicoterapéutica", "profunda" o como queramos; probablemente, acertaríamos con todas las denominaciones y, al alimón, con ninguna.
Así pues, querida figura que te cruzas conmigo en el paseo junto al mar, te invito a acompasar tu marcha con la mía, o a que me dejes darte alcance, y te ruego me ayudes a levantar estas piedras que me salen del espíritu, y a lanzarlas al agua para que el padre océano se las trague y las deposite en su seno, donde duerman el sueño de los justos, para, según sea su sino, permanecer allá en el fondo para siempre, o aflorar cuando sea su hora. Huelga decir, mi acompañante, que estaré más que gustoso en ayudarte a tirar tus propios despojos hasta donde ya no te pesen.
Si conoces, oh también paseante, mi nombre o mi pasado, te invito a que lo dejes allá, lejos, en las carreteras interiores del continente, en la cuneta en la que los tiré. No lo mencionemos, te suplico, pues de ese modo, aquí, en El Malekón, ya no podrá alcanzarme ni hacerme daño.
Espero que nuestra mutua compañía en estos paseos nos sirva de bálsamo analgésico y que la charla nos sea tan provechosa como buenas, nuevamente, son mis intenciones.
Respiremos hondo; esta brisa cura el alma, ¿verdad?
Te invitaría a un cigarrillo, pero ya no fumo...
No soy nuevo en esto. Tuve otro rincón en el ciberespacio. Pero ya no lo tengo. Aunque siga existiendo, ya no lo siento como mío; ni siquiera lo he vuelto a leer. Me lo arrebataron. Me lo arrebaté yo mismo. Lo perdí por mi exceso de ingenuidad y cínica buena intención. Adopté un apodo, pero nunca oculté mi identidad, y terminé convirtiéndolo en escaparate de mi vida, incluyendo algunos pensamientos cuya plasmación fue tan mala idea como torpe fue su redacción e insensato el prestarlos a la libre interpretación. Valgan estas líneas como homenaje a un espacio en el que seguía siendo yo mismo, con cara, nombre y apellido, y a esa anhelada libertad de expresión, que sigue siéndonos negada tantas veces, salvo, acaso, como ensoñación. El Malekón seguirá por la línea que aquella antena de emisión tenía intenciones de continuar. Llamémosla "literaria", "psicoterapéutica", "profunda" o como queramos; probablemente, acertaríamos con todas las denominaciones y, al alimón, con ninguna.
Así pues, querida figura que te cruzas conmigo en el paseo junto al mar, te invito a acompasar tu marcha con la mía, o a que me dejes darte alcance, y te ruego me ayudes a levantar estas piedras que me salen del espíritu, y a lanzarlas al agua para que el padre océano se las trague y las deposite en su seno, donde duerman el sueño de los justos, para, según sea su sino, permanecer allá en el fondo para siempre, o aflorar cuando sea su hora. Huelga decir, mi acompañante, que estaré más que gustoso en ayudarte a tirar tus propios despojos hasta donde ya no te pesen.
Si conoces, oh también paseante, mi nombre o mi pasado, te invito a que lo dejes allá, lejos, en las carreteras interiores del continente, en la cuneta en la que los tiré. No lo mencionemos, te suplico, pues de ese modo, aquí, en El Malekón, ya no podrá alcanzarme ni hacerme daño.
Espero que nuestra mutua compañía en estos paseos nos sirva de bálsamo analgésico y que la charla nos sea tan provechosa como buenas, nuevamente, son mis intenciones.
Respiremos hondo; esta brisa cura el alma, ¿verdad?
Te invitaría a un cigarrillo, pero ya no fumo...
6 Comments:
Buenas. Ya he llegado. He borrado nuestras huellas tan rápido como me ha sido posible. Me alegra tenerte de vuelta.
Para que te rías. Un muchacho me ha dicho hoy en clase que de mayor quiere ser actor porno y otro que quiere ser castrati. ¿Hay quién dé más?
Jajajajaja
Dios mío... En tan poco espacio hay tantos mundos...
Gracias, pues me has arrancado una sonrisa, hoy que mi salud no me deja tener buena cara.
Hasta pronto, AMIGA
He venido caminando desde un lugar donde había una antena enorme. Y si bien fué un lindo paseo ahora prefiero quedarme acá, al lado del mar.
Un beso enorme.
Qué alegría...!
Ya tengo a casi toda mi ciber-gente aquí, junto al mar.
Gracias por venir
Próspera vida a este nuevo blog. Ya se te echaba de menos!
Una vez más me apeno al ver que no sólo tenemos que huir de nuestros propios pensamientos... después sonrío al ver que no desististe de emborrarlos para regalárnoslos.
¡Suerte en el camino Paseante!
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