Tuesday, September 25, 2007

Cuatrilogía. 2ª parte. Aguas Calmas

No me avergüenza decirlo. Los escasos días de vacaciones de este año en los que pude pagar por ir a sitio alguno los pasé, felizmente, en un balneario. Tengo amigos que dicen que eso es de viejos y que ya tendré edad de ir a esos sitios. Yo les contesto argumentando que, a mi entender, no hace falta esperar a estar hecho un trapo para disfrutar las ventajas de un lugar en el que te cuidan el cuerpo. Claro que, según para quién, el único tipo de diversión del que una persona joven tiene, moralmente, derecho a disfrutar es el de la noche y las juergas. Nada de cuidarse. Castigos hepáticos y punto. Muy bien; allá ellos. Yo sé que, entre aquellas aguas burbujeantes, en aquellas camillas de masaje, degustando aquella dieta específicamente pensada, yo TAMBIÉN fui feliz. No es ni mejor ni peor que las fiestas del pueblo. Tan sólo es diferente. Y complementario. Claro que los hay tan obtusos que no pueden creer que en el mismo cielo se alternen la noche y el día.

Peor para ellos. Porque yo sé lo que viví allí. Y me gustó.

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