Wednesday, February 28, 2007

Velita

Casi 89 años. Curtida en mil batallas, en una vida que estuvo marcada en su primera mitad por el trabajo a destajo de aquella horrible postguerra, y en su segunda mitad por todos los males habidos en un tratado de medicina y que su cuerpo parecía atraer como un imán. Pese a todo, resiste hasta este mismo instante en que escribo, como resisten los pocos que quedan de aquella generación dura como las piedras, quizá porque piedras es lo único que les lanzó la vida. Puede presumir de que, después de haber padecido las mil y una, se va a marchar, simplemente, por la edad. Apagándose como una velita. Casi casi consumida, su cuerpo todavía remonta una y otra vez las embestidas de la fisiología, sin resignarse nunca a la hora que parece llegar pero no termina de llegar.

Como una velita. Su luz fue la de una antorcha, con carácter, con cuerpo, con brío. Nunca se le puso nada por delante. Ahora, tras casi 9 décadas brillando, simplemente, ya no queda cera para arder. Se apaga poquito a poco, plácidamente. Pese a que nunca es agradable ni facil de aceptar, todos sabemos que su luz se extinguirá en cualquier momento. Ella misma lo sabe. Aunque en el fondo tenga miedo de pasar al otro lado (¿quién no lo tiene?), tampoco le quedan fuerzas ni ganas. Me atrevería a decir que ella misma no encuentra mucho sentido a prolongar su estancia en esta tierra. A fin de cuentas, ya lo ha hecho todo, lo ha visto todo, lo ha sentido todo. No le queda nada por hacer. Su hoja de servicio está completa; cuántos quisieran poder despedirse de la existencia con tantos años y tanta vida a sus espaldas. Ha sobrevivido a su marido, el abuelo, durante quince años; hace tiempo me confesó que lo echa mucho de menos y que quiere reunirse con él. No la culpo: es normal. Sólo espero que, ya que tiene la firma echada, su tránsito hasta las verdes praderas sea todo lo agradable que la medicina y el cariño de los que la rodeamos puedan hacérselo.

Duérmete tranquila, gordita. Ya me has mirado a los ojos y he visto que estás en paz. No sé si en el cielo tendréis internet, pero sé que esta carta te llegará en cuanto aparezcas allí.

El abuelo te tiene ya preparada una casita, allí arriba, con las paredes blancas y un poyo de piedra junto a la puerta, donde todas las mañanas dará el sol. Ve con él. Algún día (espero que dentro de mucho tiempo), volveré de visita por casa de los yayos, como cuando era pequeño.

Hasta entonces, descansa, ABUELA. Me alegro de haberte conocido.

Monday, February 26, 2007

¿¡Por qué no hay nadie!?

Debían de ser algo así como las 11:25. Encendí el Messenger. No había ni dios. Miré el correo. No me había escrito nadie. Cerré la sesión y la abrí con esa otra cuenta que hace tiempo que mantengo sólo para los contactos "superficiales" y los correos nada importantes. Cero. No había nadie conectado. Ni amigos, ni familia, ni conocidos,... Nadie.
Mi naturaleza, por defecto, me llevó a malpensar, y a llegar a la enrevesada conclusión de que existía una especie de complót tácito contra mí, y que todo el mundo me había marcado como No Admitido.
"¡Maldita sea!", gruñí en voz alta, aprovechando que me encontraba solo en el piso. "¿Qué cojones pasa esta noche? Otros días no doy abasto a contestar, y hoy nadie está para hablar".

Quizá fue el cabreo, quizá simplemente que había cenado mucho. En cualquier caso, mi boca estaba reseca y me pedía agua. Me incorporé del cojín en el que me había sentado del suelo, y al volverme hacia la puerta del salón para enfilar hacia la cocina, el susto casi me para el corazón. Estaba allí, de pie, mirándome a los ojos. Su expresión no era agresiva, pero sí incómoda. Sus ojos denotaban más lástima que asco. Aún tardé unos segundos a reconocerle; supongo que por la turbación del susto, creyéndome el único ser presente en la casa. Chupa de cuero malo, ajada. Melena rizada, expandida, cardada; casi a lo afro. Camiseta de los Ramones, deformada de estiráse los bajos, haciendo el tonto con los amigos. Pantalones estrechos, aunque no muy ajustados. Botas camperas marrones, estilo 1978, veinte años después.

Sí, no cabía la duda. Era yo con 17 años.

Antes de girarse y marcharse atravesando espectralmente la puerta cerrada, para no volver a aparecerse, acompáñó sus últimos instantes de mirada fija con unas palabras.

- "No hay nadie porque es viernes por la noche. Viernes por la noche. Sólo que a ti ya se te ha ovidado."

Saturday, February 17, 2007

Como en las canciones

La revolución debería ser como en las canciones de The Clash...

Las pasiones deberían ser como en las canciones de Doctor Deseo...

La urgencia debería ser como en las canciones de Sabino y Los Trogloditas...

La rabia debería ser como en las canciones de La Polla Records...

La angustia debería ser como en las canciones de Joy Division...

La derrota debería ser como en las canciones de 091...

El peligro debería ser como en las canciones de Los Ilegales...



La vida debería ser como en las canciones. Muchas veces, cuando alguien escribe una canción tan sólo está pintando un paisaje. Sólo que lo pinta un poco más bonito de lo que es...



Escuchemos canciones. Es es único lugar donde las cosas serán como nosotros queremos.

Friday, February 09, 2007

La magia de la música: POR FIN VOY A VERLOS

Esta noche han puesto en la tele "Cero en Conducta", que no es sino el desacertado título que se le ha dado en España a "Detroit Rock City", una película genial. Genial no por que tenga ningun trasfondo intelectual, ni por ser cine de autor, ni por ningún tipo de efecto digital revolucionario. DRC es una peli de adolescentes y para adolescentes. Al menos, para quien alguna vez lo fue. Quien no lo fue (y hay muchos que cumplieron décadas sin haberlo sido nunca) no le verá ninguna gracia; le comprendo. DRC, al menos para mí, apela a unos sentimientos tan primarios como hermosamente endorfínicos.
Se trata, llanamente, de las peripecias que unos chavales de 16 años, habitantes de EEUU y de 1978, tienen que lidiar para conseguir ver a su grupo favorito, que en este caso no son otros que los estrambóticos y efectivos KISS (autores, asímismo, de una canción con el mismo título del filme).

Lo de menos es la música. La banda sonora está muy bien para mi gusto, pero con eso se llega al oído; para llegar al alma hace falta que esos temas tengan un significado, una vida propia y unas asociaciones para ti y para tu existencia. Además, alguien que discrepase en esas preferencias musicales también podría pillar el sentido profundo de la cinta. Lo que a mí verdaderamente me importa, lo que se me antoja sabroso y filosófico, es esa LUJURIA, esa PASIÓN, esa ILUSIÓN enfebrecida por ver a tu grupo favorito; ese enamoramiento de la música y de lo que te hace sentir, ese empecinamiento de "me-importa-una-mierda-qué-pase-después-de-ese-momento-porque-ahora-mismo-no-tengo-más-meta-en-la-vida-que-MI-concierto"... Dios, hay que ser muy adolescente y muy pasional para sentirse así... pero os aseguro que hay pocas sensaciones mejores en esta vida.

Yo también tuve mi propio cuento mágico de guitarras eléctricas. Por tres veces, nada menos. Tres noches y tres experiencias vitales que jamás olvidaré.

La primera. Primavera de1997. Aún tenía 15 años. Peinadito a raya. Segundo de BUP estaba siendo un año muy deprimente, depresivo y represivo para mí. DEF CON DOS eran una de las pocas cosas que me ayudaban a levantarme por la mañana en medio de una vida que odiaba y que carecía de sentido para mí. Y vinieron a mi ciudad. Tardaron un mes más de la cuenta por culpa de una huelga (a raíz de la cual me quedó un irracional resquemor hacia los camioneros durante una temporada), pero llegó la noche. Era mi primer concierto de pago. Mi segunda camiseta de un grupo. Iba con mis amigos de la pandilla. Éramos un pequeño "comando de apoyo" (el término "club de fans" no pega con este grupo), sin nombre ni inscripción oficial, pero con toda la pasión que dan aquellos años...
Me recuerdo fuera de mí. La auténtica catársis. El pandemonium. La alquimia pura. Os juro, paseantes, que nadie en aquella discoteca saltaba tanto ni tan endemoniadamente como yo. Acabamos cantando por el micro, bailando con ellos sobre el escenario y haciendo un mosh de los de manual. Me estuvieron zumbando los oídos tres días. Fue un oasis en medio de aquella asquerosa existencia. Después la vida en general mejoró para mí pero ¡¡Dios, qué feliz fui aquella noche!! Nadie se lo imagina...

La segunda. Invierno de 2003. A mis 21. Imponentes melenas. La Polla (Records) volvían de gira por la provincia. Se intuía que iba a ser la última. Hacía apenas unos días que habíamos visto Detroit Rock City. Dos amigas de la pandilla qurían ir a verlos. Yo me moría de ganas; no sería la primera vez, pero me ilusionaba la llegada de la fecha. Montamos una pequeña excursión hasta el pueblo del concierto. Allí ya fue el acabose. Disfruté como un cerdo en la mierda. Bailé más que mis amigas y prácticamente me di de ostias con prácticamente toda la sala. Llevaba dos camisetas del grupo puestas. Estaba como loco. Como un loco feliz. Cuando volvimos a la ciudad al acabar el concierto, nos corrimos una juerga como Dios manda. ¡Hasta nos hicimos fotos! Una vivencia maravillosa...

La tercera. Finales de 2006. 25 ya. Rapado al 1.Doctor Deseo. Uno de los descubrimientos de mi vida en un punto en el que me hacían mucha falta. Dos años esperando para verlos. Me volvía a sentir como el quinceañero de diez años atrás. Tuve la entrada desde 1 mes antes. Jamás me anticipé tanto a un concierto. Fui yo solo. Perdí la noción del tiempo. Canté y bailé como el poseso que soy, compartí charla y cerveza con los miembros del grupo y me "declaré" a ellos (artísticamente hablando). Apenas recuerdo como volví a casa. No tengo palabras para puntuar la noche...

Dios... Def Con Dos-La Polla-Doctor Deseo. Sarcasmo-Ira-Ensoñación.Voy al revés del mundo.
En fin, esos tres grupos son tres regalos que la vida me ha dado, y sus conciertos también. Los amigos y amigas que me acompañaron en aquellas aventuras ya no escuchan a estos grupos. Yo sigo haciéndolo. Por ellos y por mí. Cada banda llegó en un momento especial de mi vida en que hicieron ver y sentir cosas. Cada una me sigue sirviendo para lo mismo. Por eso no tengo miedo de envejecer. Porque no pierdo aquello que me hace ser más yo, más auténtico.

Que nunca me falte esa loca pasión por mis grupos de cabecera. Me hacen sentir vivo. Me hacen feliz.
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Iba a pegar la letra de la canción que terminé de escribir segundos antes de salir para el concierto de Doctor Deseo, pero ha resultado no estar en este ordenador.

Queda para otro día

P.d.: Sí, se titula POR FIN VOY A VERLOS





Monday, February 05, 2007

He llegado a la costa...

Saludos, persona que te cruzas conmigo paseando por El Malekón. Me he mudado aquí, a la costa, a donde vienen quienes quieren dejar atrás un pasado. Conseguirlo o no es ya, simplemente, cuestión de la suerte; pero existe, para mí y para cualquiera, el derecho a dar ese paso.

No soy nuevo en esto. Tuve otro rincón en el ciberespacio. Pero ya no lo tengo. Aunque siga existiendo, ya no lo siento como mío; ni siquiera lo he vuelto a leer. Me lo arrebataron. Me lo arrebaté yo mismo. Lo perdí por mi exceso de ingenuidad y cínica buena intención. Adopté un apodo, pero nunca oculté mi identidad, y terminé convirtiéndolo en escaparate de mi vida, incluyendo algunos pensamientos cuya plasmación fue tan mala idea como torpe fue su redacción e insensato el prestarlos a la libre interpretación. Valgan estas líneas como homenaje a un espacio en el que seguía siendo yo mismo, con cara, nombre y apellido, y a esa anhelada libertad de expresión, que sigue siéndonos negada tantas veces, salvo, acaso, como ensoñación. El Malekón seguirá por la línea que aquella antena de emisión tenía intenciones de continuar. Llamémosla "literaria", "psicoterapéutica", "profunda" o como queramos; probablemente, acertaríamos con todas las denominaciones y, al alimón, con ninguna.


Así pues, querida figura que te cruzas conmigo en el paseo junto al mar, te invito a acompasar tu marcha con la mía, o a que me dejes darte alcance, y te ruego me ayudes a levantar estas piedras que me salen del espíritu, y a lanzarlas al agua para que el padre océano se las trague y las deposite en su seno, donde duerman el sueño de los justos, para, según sea su sino, permanecer allá en el fondo para siempre, o aflorar cuando sea su hora. Huelga decir, mi acompañante, que estaré más que gustoso en ayudarte a tirar tus propios despojos hasta donde ya no te pesen.

Si conoces, oh también paseante, mi nombre o mi pasado, te invito a que lo dejes allá, lejos, en las carreteras interiores del continente, en la cuneta en la que los tiré. No lo mencionemos, te suplico, pues de ese modo, aquí, en El Malekón, ya no podrá alcanzarme ni hacerme daño.

Espero que nuestra mutua compañía en estos paseos nos sirva de bálsamo analgésico y que la charla nos sea tan provechosa como buenas, nuevamente, son mis intenciones.

Respiremos hondo; esta brisa cura el alma, ¿verdad?

Te invitaría a un cigarrillo, pero ya no fumo...